Después de cruzar el Elba y tras un rato de ruta, encontramos un restaurante que parecía chulo, así que paramos para comer y resguardarnos de la lluvia que caía. Nos resultó curioso que nos dijeran que nos daban de comer si pagábamos en metálico, no copian tarjeta. Después de 31 días de viaje, volví a sentir el tacto de los €unos. No me lo podía creer, pero así fue.
El alojamiento lo teníamos en un pueblecito y rodeado de pastos de caballo, así rezaba el anuncio de la vivienda. Y no mentía. La anécdota es que nuestro amigo Paco, esta vez en compañía del Tocayo, invadieron la casa que no correspondía. Que raro en él!!! Se metieron en una casa que estaba abierta y se encontraron en una habitación con unas chiquillas.
Por otro lado, la casa estaba fenomenal.
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